Astrología en el arte (I)
Desde los primeros siglos, la Iglesia mostró un profundo rechazo hacia la astrología. El mismísimo san Agustín, en sus escritos, arremetió duramente contra esta práctica, que él mismo había utilizado en su juventud, y que consideraba contraria a la doctrina cristiana. El santo de Hipona no fue el único y muchos otros padres de la Iglesia se sumaron a esta condena, atacando especialmente la astrología judiciaria (la encargada de estudiar los efectos de los cuerpos celestes sobre los hombres, así como el vaticinio de hechos futuros), pues se enfrentaba a la providencia divina.
Si los culpables del comportamiento humano (tanto pecados como buenos actos) eran los astros, las personas carecían de libre albedrío y por tanto los premios o castigos divinos perdían toda razón de ser. Esta circunstancia suponía un desafío a la omnipotencia de Dios, y no resulta extraño que la Iglesia se manifestara tan claramente en contra.
Sin embargo, las influencias que recibió la cultura cristiana eran muy fuertes, y muchos «nuevos cristianos» seguían acudiendo a astrólogos en muchas ocasiones, por lo que finalmente incluso parte de la Iglesia se vio obligada a aceptar que fe y astrología podían ser compatibles. Se argumentó que efectivamente los astros ejercían su influencia sobre el hombre, aunque sólo sobre su parte material, y nunca sobre su alma. Esta aceptación se incrementó en la Edad Media y de forma especial en el Renacimiento. En aquella época era común que personajes importantes, como nobles y monarcas, solicitaran la realización de un horóscopo personal. Esta costumbre, aunque pueda resultar asombroso, se aplicaba también a destacados miembros de la Iglesia, pontífices incluidos.
Este es el caso del papa Julio II quien, según todas las fuentes, fue un fervoroso creyente y un estudioso de la disciplina astrológica. Tanto es así, que esta pasión puede astrearse en algunas de las obras de arte que encargó. En 1508, el pontífice encargó a un joven Rafael la decoración de la Estancia de la Signatura, en la que trabajó hasta 1511, destacando especialmente el célebre fresco La Escuela de Atenas, una de las obras más visitadas de los Museos Vaticanos –con permiso de la Capilla Sixtina–. Utilizada como sede del del Tribunal Eclesiástico, cuenta –además de con La Escuela..., que alude a la Filosofía–, con alegorías de la Teosofía, la Poesía o la Justicia y otros pasajes.
Pero la que quizá sea la figura más interesante (al menos para nosotros) suele pasar desapercibida para los turistas, subyugados por La Escuela de Atenas. Se trata de una figura femenina, acompañada de una esfera celeste –en la que se aprecian claramente estrellas y constelaciones–, que representa a Urania, la musa griega de la astronomía y la astrología. Pero lo más curioso de todo es que no se trata de una simple alegoría, y las cuerpos celestes plasmados en la esfera no han sido escogidos al azar, sino que tienen un significado muy concreto.
Las últimas investigaciones han revelado que el mapa celeste contiene un mensaje: llevado por su interés por la astrología, Julio II pidió a sus astrólogos que calcularan la fecha más propicia para su «coronación» como pontífice. Este día fue el 31 de octubre de 1503 y, precisamente, la esfera que acompaña a Urania está representando, fielmente, el aspecto del firmamento nocturno de aquel día, tres horas después de la puesta de sol. Entre las constelaciones representadas destaca Pegaso, un signo vinculado a la inmortalidad. Al estar presente en la fecha de su elección como Papa, indicaba que Julio II gozaría de un mandato próspero y fructífero.
El fresco de Rafael no es la única obra de arte encargada por el pontífice que posee influencias astrológicas. Julio II es recordado por haber dado inicio a la construcción de la nueva basílica de San Pedro del Vaticano y los historiadores saben hoy, tras diversos estudios, que el Papa solicitó a los astrólogos que elaboraran un horóscopo para determinar la fecha y hora más indicada en la que se debía celebrar la ceremonia de fundación del templo.
En la actualidad la astrología se reduce –por norma general– a los horóscopos que se publican a diario en multitud de periódicos y revistas, como un simple divertimento o curiosidad. Sin embargo, algunos estudiosos, como Aby Warbug (sobre quien ya dije que pienso dedicar un artículo monográfico) o Fritz Saxl señalaron la necesidad de prestar atención a la notable relación arte-astrología. Como sucede con otras muchas cuestiones que suelo tratar aquí, no importa si estas creencias son meras supersticiones, carentes de fundamento y sin el más mínimo respaldo científico. Lo importante es que muchas personas, a lo largo de la historia, si creyeron en ellas como algo real y efectivo, y esto provocó, entre muchas otras cosas, la creación de magníficas obras de arte que todavía podemos disfrutar.
La presencia de elementos astrológicos en la Historia del Arte es sumamente notable y abundante, así que poco a poco iremos viendo aquí algunos de los ejemplos más notables.
Bibliografía:
* QUINLAN-MCGRATH, Mary. «The foundation horoscope(s) for Saint Peter's Basilica, Rome, 1506: choosing a tima, changing the Storia». Isis magazine, 2001, vol. 92, nº 4. University of Chicago Press.
* YARZA LUACES, Joaquín. Formas artísticas de lo imaginario. Ed. Anthropos. Barcelona, 1987.
* ESTEBAN LORENTE, Juan Francisco. Tratado de iconografía. Ed. Istmo.
* MONTERO, Santiago. Cristianismo y astrología en los siglos IV-V d. C.: Oriente y Occidente. Universidad Complutense.
* GOMBRICH, E. H. Imágenes simbólicas. Ed. Debate. Madrid, 2001.
* MÂLE, Emile. El arte religioso del siglo XIII en Francia. Ediciones Encuentro. Madrid, 2001.