El príncipe de las tinieblas (II)
Hay obras de arte que te invitan a perderte en ellas, a contemplar con deleite todos sus trazos, a examinarlas hasta el último rincón. Y a pesar de todo, cuando vuelves a clavar tu mirada sobre ellas, siempre descubres una nueva sorpresa, algún detalle que pasó desapercibido en las ocasiones anteriores… Me ocurre con las geniales pinturas de El Bosco, con los grabados de Durero y también con los frescos de la capilla de San Brizio, en el Duomo de Orvieto, la obra maestra del pintor Luca Signorelli.
Recuerdo que esta obra de Signorelli me cautivó desde que la descubrí en un libro de texto de COU. Ha llovido bastante desde entonces, pero mi interés por ella no ha disminuido, sino al contrario, así que he decidido traerla hasta aquí e incluirla como segunda entrega de El príncipe de las tinieblas.
Luca Signorelli fue, al parecer, discípulo de otro genio renacentista: Piero della Francesca. Gran parte de su vida discurrió en su ciudad natal, Cortona, aunque realizó varios viajes a Florencia y Roma (aquí realizó parte de la decoración de la Capilla Sixtina). Sin embargo, su obra maestra fueron los citados frescos de la capilla de San Brizio, realizados entre 1499 y 1502. En ellos Signorelli da rienda suelta a su imaginación, con figuras cargadas de tensión y dramatismo; cuerpos cuya ejecución dan buena muestra de su dominio y preferencia por el dibujo. A lo anterior hay que sumar su habilidad para crear atmósferas siniestras capaces de generar una honda inquietud en el espectador.
Entre las escenas que decoran la capilla destacan especialmente dos (al menos según mi gusto personal): La predicación y hechos del Anticristo (sobre estas líneas) y Los condenados. En la primera de ellas encontramos un detalle digno de mención: la representación del Maligno no es la habitual en otros pintores y épocas. No estamos ante un dragón o una bestia infernal derrotada por el arcángel Gabriel, alanceada y dominada por las fuerzas celestiales. Aquí nos encontramos con el mismísimo Anticristo, el hijo del Diablo, que vendrá al mundo en el fin de los tiempos. Aparece representado con rasgos similares a Cristo (aunque un tanto “infernales”, con dos mechones de pelo a modo de cuernos), pues el Maligno intenta burlarse del Señor imitándole. Sin embargo, el Anticristo no está solo. Tras él, susurrándole al oído lo que tiene que decir se encuentra Satanás, con su habitual cornamenta y su color rojo. Ambas figuras se asemejan a un marionetista y su muñeco, pues los brazos del Anticristo parecen extensiones de las extremidades del Diablo.
A los pies de ambos, elevados sobre un pedestal, se acumulan riquezas y tesoros dejados por sus adoradores. Son los pecadores, que se han dejado arrastrar por el Mal y la iniquidad. La escena se completa con la representación de una masacre a la izquierda, una figura femenina que está vendiendo su cuerpo a un hombre y un grupo de personas a ambos lados del pedestal, los pecadores. En el nivel superior, a la derecha, vemos un grupo de clérigos apelotonados, que recurren al rezo para evitar el influjo y las tentaciones del Maligno y su hijo. En el lado izquierdo, aún más arriba, aparece un arcángel derrotando a Lucifer y arrojándolo a tierra, sobre un grupo de sus seguidores: todos ellos caen víctimas del poder de Dios. También pueden verse otros de los actos del Anticristo, con la resurrección de un fallecido (otra imitación burlesca de los actos de Cristo).
He dejado para el final la presencia de dos figuras abajo a la izquierda, que según los especialistas estarían representando al propio artista (figura izquierda) y al también pintor Fra Angelico, autor de las pinturas existentes en el techo de la capilla. Por otra parte, algunos historiadores del arte han sugerido la posibilidad de que la representación del Anticristo tuviera también la intención de representar simbólicamente al polémico e “incómodo” Savonarola, el dominico que terminó sus días colgado y quemado públicamente en Florencia, el 23 de mayo de 1498. Esta posibilidad es bastante probable, pues Signorelli había estado bajo la protección y el patronazgo de los Médicis, promotores a su vez de la escuela neoplatónica de Marsilio Ficino. En una de las obras de éste último, Apología, se identifica a Savonarola con el “falso profeta”.
En cuanto a la otra escena que atrae de forma especial mi atención, la correspondiente a la representación del Infierno, en ella encontramos esas figuras dramaticas y violentas que comentaba al principio. Todo un despliegue de demonios que disfrutan atormentando a los pecadores, a quienes someten a mil y una torturas. Ya sabéis, ¡mucho ojito con ser malos, o ya sabéis lo que os espera! ;-P
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25 febrero, 2008 - 12:09
Me ha encantado todo lo expuesto y sobre todo los cuadros, la verdad que sobrecogen, Cunado vas por las estancias de El Escorial y ves las pinturas de El Bosco, que es de los lugares donde he tenido la oportunidad de verlas en vivo, se te ponen los vellos de punta son una maravilla. Gracias por colgar estas bellas imagenes.
26 febrero, 2008 - 11:38
Fascinante y perturbador. No puedo apartar los ojos de las imágenes…
27 febrero, 2008 - 13:57
Juan Miguel: Gracias por el comentario. A las pinturas de El Bosco les dedicaré más de una entrada, pues lo merecen.
Aura: No sé por qué, imaginaba que iban a gustarte
Saludos!
28 febrero, 2008 - 13:56
Gran descubrimiento el que acabo de hacer con tu blog, estupendo para aprender muchas cosas. Me lo guardo para estudiar detenidamente cada uno de sus rincones, siempre es un placer encontrar sitios como este.
28 febrero, 2008 - 14:17
Hola Enkil!
Pues tu comentario me ha servido para conocer tu blog, y maravillado me quedo, de verdad. Ahora mismo quedas añadido a mi blogroll.
Saludos y muchas gracias por el comentario
3 marzo, 2008 - 11:25
si que mola, si
3 marzo, 2008 - 21:29
Yo también voy a aprovechar esta entrada para felicitarte por tu blog, el cual hace tiempo que visito y que conozco gracias a Kore. La verdad es que siempre me ha apasionado la simbología, y uno de los campos que más me apasionan del arte es la iconografía y los significados que bajo ella se esconden. Y por cierto, que sepas Javier que gracias a ti reconocí una imagen de Luca Signorelli en mi último examen de la facultad (estudio Hª del Arte), así que estoy en deuda contigo
1 mayo, 2008 - 17:55
Muy interesante, muy buen trabajo de investigación. Vaya manera de impresionar con esas imagenes infernales, que grandes artistas. Saludos.
30 mayo, 2008 - 20:17
Has hecho un buen acercamiento a Signorelli, y te lo dice alguien que está muy metido en el Quattrocento italiano…
Respecto al valor artístico, que es incalculable, sólo hay que añadir que los frescos de Signorelli son el eslabón entre la Capilla Scrovegni de Giotto y la Sixtina de Michelangelo en Roma. En ambas los demonios no son tan espectaculares como los de Signorelli, pero también son muy interesantes.