Rosslyn, el fin de un mito (parte 2)
PARTE II. LA HISTORIA
Hasta ahora habíamos visto lo que nos dicen las leyendas y tradiciones recogidas por los distintos investigadores sobre la presunta llegada de los templarios a Escocia y su participación en varios eventos históricos del país, así como su vinculación con la familia Sinclair y la consiguiente construcción de la capilla de Rosslyn. Pero no nos hemos detenido aún en el propio edificio, que es en definitiva lo que realmente nos importa.
La Colegiata de San Mateo fue fundada en 1446 por William Saint Clair o Sinclair, tercer conde de las Orcadas. Hoy sabemos, gracias a las excavaciones arqueológicas, que la intención era construir un edificio mayor, con planta de cruz latina, pero la muerte de Sir William en 1484 interrumpió las obras, ya que su hijo Oliver no quiso continuar los trabajos iniciados por su padre. A pesar de haber quedado inacabada, la construcción de esta capilla de estilo gótico tardío se prolongó durante 41 largos años.
Una de las fuentes que nos proporcionan más información sobre el edificio es la Genealogy of the Saintesclaires of Rosslyn (Genealogía de los Saintclaires de Rosslyn), un trabajo compuesto por tres volúmenes realizado por el sacerdote católico Richard Augustine Hay, quien lo terminó en 1700, aunque no fue publicado hasta 1835. Como digo, la obra de Hay es de gran importancia, sobre todo porque muchos de los documentos utilizados por el sacerdote hoy están desaparecidos. Hay gozó de una posición privilegiada para estudiar todo lo relativo a la capilla y los Sinclair, ya que su madre se había casado por segunda vez con el entonces conde de Rosslyn. Aquello le permitió un acceso ilimitado a todos los documentos conservados hasta entonces por la familia.
Según Hay, Sinclair decidió construir la capilla como una forma de agradecer a Dios las gracias que le había concedido a lo largo de su vida. Ya vemos que, en principio, no hay mención alguna a misteriosos y secretos motivos. Ni siquiera por parte de Hay. Gracias al libro del sacerdote sabemos también que Sir William hizo reunir para la obra a maestros constructores extranjeros, e incluso conocemos cuál fue su paga: 40 libras anuales para el Maestro de obras, y 10 para el resto de los canteros.
Pero veamos exactamente qué es lo que nos ofrece el polémico templo. Si seguimos las indicaciones de la pequeña guía escrita por el actual conde de Rosslyn, y entramos por la puerta Norte (hay otras dos puertas de entrada, una situada al Oeste y la otra al Sur), deteniéndonos en la nave central, la capilla aparece en todo su esplendor.
La iglesia es de planta rectangular, y el espacio interior está articulado en tres naves, una central y dos laterales más estrechas. Al fondo en dirección Este, se encuentra la capilla de la Señora (Lady Chapel) y la sacristía. El espacio ocupado por la nave central está delimitado por trece columnas, que a su vez generan cinco arcos apuntados a cada lado, y dos en dirección al altar (Este). El coro está cubierto mediante una bóveda de arcos apuntados, dividida en cinco espacios, y ricamente decorados. El edificio cuenta con cientos de relieves, capiteles y ventanas esculpidas y otros detalles decorativos, pero aquí vamos a centrarnos –por falta de espacio– únicamente en los elementos más famosos y supuestamente enigmáticos.
En la nave central, como ya dije, encontramos sobre nuestras cabezas la bóveda compartimentada en cinco espacios, decorados con distintos motivos. Comenzando desde el lado N, y en dirección a la capilla Este, encontramos los siguientes motivos:
1) Decenas de estrellas de cinco puntas, cuatro ángeles, los símbolos del Sol y la Luna, una paloma interpretada por ciertos autores como un emblema templario, y el rostro de Cristo con una de sus manos en gesto de bendecir.
2) Un gran número de motivos florales, posiblemente rosas.
3) De nuevo más flores.
4) Lirios
5) Margaritas
En los arcos apuntados que generan la separación de espacios, encontramos también algunos motivos llamativos. En el tercer arco empezando desde el lado Oeste, en el centro del arco apuntado, vemos un escudo con el emblema de los Sinclair, una cruz “engrialada”, sostenida por dos manos.
Si seguimos con nuestro paseo por la capilla veremos otros relieves interesantes. Así, en lo alto de una de las columnas cercanas a la puerta sur se encuentra un capitel que muestra a un león luchando con un caballo –o unicornio, según la interpretación de algunos estudiosos, aunque el animal carece de cuerno–. En los bestiarios medievales, el león puede simbolizar tanto al demonio como a Cristo, a causa de su fortaleza física. Si el otro animal fuera un unicornio –no sería nada excepcional–, también suele aparecer como símbolo del Salvador. Teniendo en cuenta que los animales aquí representados están luchando entre ellos, en este caso el león podría ser el demonio, que se enfrenta a Cristo-unicornio.
Cerca de este relieve vemos una sucesión de figuras humanas, hasta 16; 12 de ellas son los apóstoles, y las otras cuatro son mártires.
En la nave norte está una de las piezas más controvertidas, la lápida sepulcral de Sir William Sinclair (no el constructor, sino su antepasado, de quien ya dije que murió luchando en España contra los musulmanes, mientras intentaba llevar el corazón de Robert I the Bruce a Jerusalén).
Más adelante, cuando vayamos analizando punto por punto las diferentes afirmaciones de quienes defienden que Rosslyn es un libro esotérico-templario en piedra, tendremos ocasión de analizar la pieza con detalle. Por ahora sólo añadiré que Andrew Sinclair, uno de los principales promotores de la teoría templaria, aseguró en su momento que fue esta lápida la que dio inició a toda su investigación.
Seguimos con la descripción que nos ofrece la guía realizada por el conde de Rosslyn. En esta misma nave norte, aunque en su muro Oeste, puede verse una columna con dos dragones entrelazados (un motivo que se repite en otros lugares) y un poco más abajo un ángel que sostiene en sus manos un rollo, con la mirada dirigida al Norte.
Vamos ahora a la capilla de la Señora, al oeste del edificio, y sin duda alguna uno de los lugares más visitados y “jugosos” del recinto. Lo primero que salta a la vista son los cuatro altares allí dispuestos, dedicados –de izquierda a derecha– a san Mateo (recordemos que la colegiata estaba dedicada a este santo), la Virgen, san Andrés y san Pedro.
En cuanto a la decoración, destacan aquí numerosos ángeles, así como algunos hermosos ejemplos de los “misteriosos” hombres-verdes, cabezas grotescas de cuyas bocas salen hojas y otros elementos vegetales, figuras muy habituales en decenas de edificios medievales. También llama poderosamente la atención una peculiar representación de Lucifer, que se muestra aquí con aspecto de un ángel, aunque cabeza abajo (es el Ángel Caído), y atado con cuerdas. Además hay una serie de ángeles con el cuerpo repleto de plumas y colocados en extrañas posturas y gestos. Estas figuras han sido calificadas como “ángeles masónicos”, que estarían representando diferentes posturas de ritos de la masonería. Luego veremos hasta que punto es así o no… De cualquier modo, la presencia de estos curiosos ángeles ha servido para que algunos autores argumenten que esto demuestra el origen templario de la masonería escocesa, que habría nacido en Rosslyn.
Cerca de la entrada a la sacristía están dos de los elementos más representados –y especialmente uno de ellos– en todos los libros dedicados al enigma escocés. Me refiero a la columna del Maestro constructor y, sobre todo, a la “Columna del Aprendiz” (The Apprentice Pillar), sobre la que existe una curiosa tradición.
Dice la leyenda que, una vez comenzadas las obras de la capilla, cierto día el maestro de obras solicitó permiso a Sir William para viajar a Roma, y estudiar así la arquitectura de la Ciudad Santa, y aplicar los conocimientos adquiridos allí en el edificio escocés. Entre otras cosas, el maestro pretendía estudiar una hermosa columna, para tallar después una similar en la capilla. Y, efectivamente, Sinclair le permitió partir en aquel viaje. Pasaron los meses, no había noticias del maestro, y Sir William comenzó a impacientarse, pensando que quizá el maestro había decidido quedarse en Roma, trabajando en algún edificio de la ciudad. Un día, un joven aprendiz de cantero se acercó a Sinclair y se ofreció a tallar la columna (cuya imagen se le había mostrado en sueños) en lugar de su maestro. Sinclair accedió y, para sorpresa de todos, el joven aprendiz talló una pieza de inigualable belleza, que es la que se puede contemplar hoy. Sin embargo, el maestro regresó de improviso, y cuando vio lo que había hecho su alumno se encolerizó. Ciego de rabia, cogió un martillo de obra y golpeó con él en la frente del muchacho, que cayó muerto al suelo.
Para muchos autores, esta curiosa leyenda no es sino una recreación de la célebre leyenda de Hiram, el célebre arquitecto del Templo de Salomón –en ese caso el asesinado es el maestro, que se niega a revelar sus secretos a varios aprendices–, y cuya figura juega una vital importancia para la masonería.
En la parte baja de la “Columna del Aprendiz” aparecen ocho dragones. Para algunos, además de representar la leyenda de Hiram, la presencia de estos seres mitológicos estaría aludiendo al árbol Yggdrasil de la mitología nórdica, el Árbol del Conocimiento.
Llegamos ya a la nave sur. Allí queda una sorpresa más. En varios relieves de una de las ventanas descubrimos una de las representaciones más polémicas: las supuestas plantas de maíz. Una representación que, dada la antigüedad de la capilla (1446) demostraría, para algunos, que el antepasado del constructor, Henry Sinclair, alcanzó las costas de América casi cien años antes que Cristóbal Colón…
Junto a otra de las ventanas de esta nave vemos también otro relieve en el que aparece un caballero armado montado a caballo y, tras él, un ángel o una mujer –su posición no permite distinguirlo con facilidad– que sostiene una cruz. De nuevo, varios investigadores han interpretado esta escultura como la representación de un templario.
Al fondo de la nave, en lo alto, vemos tres cabezas, relacionadas con la famosa Columna del Aprendiz, pues sería las del Maestro constructor, el aprendiz asesinado y su madre.
¿EL FIN DE UN MITO?
En mi libro dedico un espacio muy amplio a explicar cómo no todas las iglesias en un principio atribuidas a los templarios –en especial por algunos estudiosos– lo son realmente. También aclaré que esto no resta, en muchas ocasiones, ni un ápice de misterio –y sobre todo de calidad artística– a estos edificios.
En el caso de Rosslyn las dudas de que los templarios estuvieran detrás de su construcción son mucho más fuertes, sobre todo porque su edificación comenzó más de 130 años después de que la Orden fuera eliminada.
Para solventar este gran inconveniente, los autores que defienden la existencia de un secreto oculto bajo sus piedras recurrieron a las tradiciones legendarias que hablaban de su huida y posterior establecimiento en Escocia, además de los misteriosos acertijos en piedra que posee el lugar. Hasta el momento, esta visión esotérica de la capilla ha fructificado con un éxito más que notable, alimentado por el efecto Da Vinci.
Sin embargo, en 2006 salía a la venta un pequeño libro, Rosslyn and the Grail (Rosslyn y el Grial), escrito por Mark Oxbrow y Ian Robertson. En sus páginas, de una forma impecable y contundente, estos dos investigadores –que llevan estudiando la capilla y sus leyendas desde hace 20 años– han derrumbado el mito, dejando poco lugar a la duda con sus documentadas explicaciones. A su trabajo hay que sumar la también excelente indagación de Brian Smith, por su explicación satisfactoria a la (hasta hace poco) misteriosa Narración de Zeno.
LOS TEMPLARIOS NO HUYERON A ESCOCIA
Al comienzo del capítulo vimos la hipótesis sobre la huida de algunos templarios, embarcados en La Rochelle, y supuestamente cargados sus navíos con los tesoros y secretos de la Orden (sean estos el Arca, el Grial o cualquiera de las otras posibilidades). Pues bien. Robertson y Oxbrow explican en su trabajo que esta huida en dirección a territorio escocés habría sido –en los término que proponen diversos autores– poco menos que un suicidio. La precipitada fuga habría tenido lugar en octubre, un mes que era conocido por los habitantes de la Bretaña francesa de la época como “Mes Negro”, a causa de las terribles condiciones climatológicas que en ese momento del año suelen producirse en la zona. El clima es tan malo que, cuando en aquellos días los pescadores locales se veían atrapados por la tormenta, sus familias los daban irremediablemente por muertos. Así que resulta extraño que los templarios hubieran intentado escapar a Escocia, cuando parecía mucho más seguir y tranquilo hacer, por ejemplo, a Tomar (Portugal), otro de los lugares mencionados por la tradición.
Algún lector escéptico podría argumentar, quizás con razón, que los templarios no tenían mucho que perder –aparte del pellejo, claro está–, y que además habían demostrado ser unos excelentes navegantes en otras ocasiones, por lo que podrían haber llegado perfectamente a su destino, con algo de buen tiempo y mucha ayuda de la providencia.
Está bien. Concedamos por el momento que los caballeros de la cruz llegaron a Escocia sanos y salvos… Los autores como Sinclair, Gardner y otros, aseguran que escogieron ese país porque su rey, Robert I the Bruce, había sido excomulgado, y por lo tanto no dudaría en proteger a aquellos fugitivos que odiaban al Papa tanto como él. Efectivamente, the Bruce había sido excomulgado por asesinar a uno de sus rivales en el interior de un templo cristiano en 1306. Sin embargo, la excomunión sólo afectaba al monarca, y no a su reino.
No sólo eso. En 1309, supuestamente después de que llegaran los templarios franceses, se detuvo y juzgó a dos templarios escoceses –al parecer el resto puso pies en polvorosa cuando comprendieron lo delicada que era la situación–, William de Middleton y William de Clifton, Gran Preceptor de Escocia. Ambos fueron acusados de los mismos delitos y pecados que el resto de sus hermanos del continente.
Esta es otra de las grandes aportaciones de Oxbrow y Robertson. Los dos investigadores han conseguido uno de los documentos más demoledores para la historia “templaria” de Rosslyn. Y lo mejor de todo es que estos textos han estado ahí, al alcance de los estudiosos, todo este tiempo. Me refiero a los registros del juicio contra esos dos caballeros detenidos, que hasta ahora nadie había traducido del latín. El juicio tuvo lugar el 19 de diciembre de aquel año de 1309 en la abadía de Holyrood (Edimburgo). Los encargados de dirigir el proceso eran el obispo de Saint Andrews y John de Selerius, secretario de Clemente V. En los documentos conservados leemos algo realmente sorprendente:
Entre los cuarenta testigos citados a declarar en el juicio contra los “herejes”, se encuentran ¡el propio Sir William Sinclair y su padre! Evidentemente, este "pequeño" detalle no sólo demuestra que los Sinclair no acogieron a los caballeros del Temple en su castillo de Rosslyn, como se ha venido repitiendo en diversos trabajos, sino que evidentemente Sir William jamás fue un Maestre de la Orden.
A pesar de esta demoledora evidencia, aún podría pensarse que puesto que, supuestamente, los templarios participaron en la célebre batalla de Bannockburn (1314), en las crónicas sobre este suceso histórico podemos encontrar una prueba de la presencia de caballeros de la Orden en tierras escocesas después de su disolución. Pues tampoco.
En este caso, el mérito no es de Oxbrow y Robertson –aunque también se hacen eco de ello–, sino de un historiador escocés del siglo XIX especializado en masonería. En su obra The History of Freemasonry (La historia de la Masonería), publicada en 1898, Albert Gallatin Mackey rechaza tajantemente la participación templaria en el conflicto bélico, aclarando que se trata simplemente de una leyenda masónica. "Podemos concluir con seguridad que la leyenda de Bannockburn y los templarios es puro mito, sin el menor rigor histórico para sustentarla", asegura tajante Mackey.
Pero además, las crónicas de los perdedores no hacen mención a tal presencia, a pesar de que se lamentan de haber sido vencidos por esos "escoceses pueblerinos". Con toda seguridad, de haber participado caballeros del Temple lo habrían reflejado en sus documentos, aligerando así la humillante derrota.
¿HENRY SINCLAIR EL NAVEGANTE?
Otro de los eventos misteriosos propuesto por los defensores del pasado esotérico de Rosslyn es el ya mencionado viaje de Henry Sinclair a América, que habría tenido lugar antes de Colón. Los distintos autores que se han ocupado de la cuestión han repasado el viaje con pelos y señales, y sus argumentaciones parecen tan documentadas que resulta difícil rechazar su propuesta… Pero, ¿realmente es tan fiable este pionero viaje transoceánico?
Pues me temo que, al igual que ocurría con las anteriores afirmaciones, también esta se viene abajo ante el peso de las evidencias. Algunos investigadores ya habían destacado el hecho de que el padre Hay, que tuvo a su disposición la documentación de la familia, no hiciera mención alguna en su trabajo a los templarios, y mucho menos a viaje alguno a tierras lejanas. Pero el trabajo más completo a este respecto apareció en 2002, cuando el historiador Brian Smith publicó un artículo en la revista New Orkney Antiquarian Journal, titulado The ficticious trip of Henry Sinclair to America (El viaje ficticio de Henry Sinclair a América), con la intención de terminar con las inexactitudes que veía publicadas una y otra vez.
En primer lugar, veamos con calma en qué consiste la llamada Narración de Zeno. Se trata de un librito editado en Venecia en 1558 (más de 150 años después de que supuestamente ocurrieran los hechos). Al parecer habría sido escrito por Nicolò Zeno, quien pretendía honrar de este modo las hazañas de dos de sus antepasados. La obra, tal y como explica Brian Smith, está dividida en seis partes, enlazadas entre sí con comentarios de su autor. Su contenido, supuestamente, estaría basado en las cartas que se enviaron entre sí los hermanos Antonio y Nicoló Zeno (antepasado del autor). Efectivamente, estos personajes existieron, así como otro hermano, el famoso Carlo Zeno.
El texto describe, en su primera parte, el viaje realizado por Nicolò desde Venecia a Inglaterra y Flandes en 1380 . La historia continúa relatando el desembarco del marino veneciano en una isla llamada Frislanda (que era "mayor que Irlanda"). Allí conoció al príncipe llamado Zichmni y "a sus seguidores armados".
Esta isla, Frislanda, que aparece representada en el mapa incluido en el libro de Zeno, sencillamente no existe. Un primer elemento para dudar del relato.
Según Zeno, su antepasado supo que Zichmni era el propietario de varias islas conocidas como Porlanda, al sur de Frislanda, y además era duque de Sornad. Tras un primer contacto, el extraño príncipe decide contratar a Nicolò Zeno como piloto de uno de sus navíos y, como agradecimiento por su valerosa participación en varias batallas, le concede títulos nobiliarios.
Con un porvenir tan prometedor, Nicolò decide escribir a su hermano Antonio para decirle que se una a aquella nueva vida de aventuras. Y así lo hace, permaneciendo con Zichmni durante 14 años, siendo nombrado por éste como capitán de sus barcos.
Después de algunos sucesos poco interesantes, ocurre algo notable. Algunos pescadores de Frislanda que habían salido de viaje 20 años atrás regresan inesperadamente relatando historias maravillosas sobre el lugar en el que han estado todo ese tiempo. Allí habían protagonizado extrañísimas e increíbles aventuras, como salvarse de ser devorados por unos voraces caníbales... ¡enseñándoles a pescar! Aquellas fantásticas historias animan el ya de por sí espíritu aventurero de Zichmni, quien decide ir a explorar aquellas lejanas tierras.
En las dos últimas partes del relato se detalla el viaje del príncipe y Antonio hacia Estotilanda, aunque finalmente no llegan a ella, pues se detienen a medio camino, en lo que sería Groenlandia. Después poco más. Antonio Zeno decide regresar, y Zichmni se queda.
Smith extrae varias conclusiones de la historia. En primer lugar, que el autor no conocía bien el Mar del Norte, pues comete muchos errores. En segundo lugar, se mencionan como reales islas que no existen y, especialmente, “no hay ninguna referencia, en el texto o en el mapa, a las Orcadas. Si el mapa de Zeno es obra de navegantes venecianos que vivieron con el conde de las Orcadas, no parecen haber prestado mucha atención a sus alrededores”.
Este historiador señala otra incongruencia. En ninguna parte del relato se dice que Zichmni sea Henry Sinclair, ni ofrece datos que puedan llevar a tal identificación. ¿Entonces de dónde surgió dicha relación?
Por extraño que parezca –teniendo en cuenta la insistencia de algunos autores en afirmar que Zichmni es Sinclair–, la primera referencia a que ambos son la misma persona data de finales de siglo XVIII. La idea de que Zichmni es Sinclair se la debemos al escritor y viajero John Reinhold Forster, en 1780. Este escritor apreció enseguida los errores del relato, pero inventó algunas “soluciones” para hacer que cuadrara con su afirmación. Ante la inexistencia de Frislanda, argumentó que debía haberse hundido en algún tipo de cataclismo, y que en la época de los hechos debía ser una pequeña islita de las Orcadas. Pero, como explica Smith, el propio Zeno aseguraba en su relato que ésta era “más grande que Irlanda”. En cuando al nombre de Zichmni, Forster decidió que era una “corrupción” de Sinclair.
Estas ingenuas “alternativas” tenían, además, otras pegas. Ninguna crónica de la época, ni de los biógrafos posteriores, menciona que Henry Sinclair hubiera emprendido viajes de ese tipo. De hecho, no hay noticia alguna de que fuera un navegante de importancia. Ni siquiera una genealogía encargada a uno de sus descendientes, sólo cincuenta años después de la muerte de Henry, cita una hazaña de tal calibre, cuando sin duda de haber ocurrido habría ocupado un lugar de honor en el texto. Lo mismo sucede con los hermanos Zeno; ningún relato histórico contemporáneo a ellos hace referencia a que participaran en una empresa semejante.
Si los argumentos se hubieran limitado a los aportados por Forster, seguramente hoy no estaríamos hablando de la Narración de Zeno. Sin embargo, en torno a 1870, aparece en escena otro personaje, un bibliotecario llamado Richard Henry Major. Al igual que Forster, Major también se empeñó en identificar a Sinclair y a Zichmni, y como los datos no cuadraban, decidió reescribirlos a sus gusto. Por desgracia para la leyenda de Rosslyn, Major gozaba de buena reputación, y pronto otros autores comenzaron a repetir la historia que el citaba, tratándola como si fuera verídica.
Todo lleva a pensar, como hemos podido ver, que la Narración de Zeno no es sino un divertido ejercicio de imaginación, una historia fantasiosa inventada por un descendiente de los Zeno que pretendía aumentar la fama de su familia, o incluso puede que se trate de una simple tomadura de pelo. De un modo u otro, lo único cierto es que ni Henry Sinclair viajó a América, ni los templarios supuestamente huidos a Escocia le acompañaron en la aventura…
LAS CLAVES ESOTÉRICAS DE LA CAPILLA
Le toca ahora el turno a las supuestas evidencias templarias existentes en la capilla. Empecemos por la bóveda de la nave central. Había explicado que está dividida en cinco secciones, cada una de ellas decorada de forma distinta. En la primera (empezando desde el Oeste), veíamos las numerosas estrellas de cinco puntas, que para algunos estarían vinculadas con los templarios.
Ya hemos visto en otras ocasiones que el pentagrama fue un símbolo utilizado por los pitagóricos, y más tarde por los constructores medievales, y que podía tener diversos significados, entre ellos el de representación del microcosmos. Pero expliqué también que puede simbolizar las cinco llagas de Cristo, en alusión a las heridas recibidas durante la crucifixión. Y eso es lo que podría estar simbolizando aquí. En la misma sección de la bóveda aparece la cabeza de Cristo bendiciendo –no, no es el baphomet–, además de la Luna y el Sol, que aparecen representados en infinidad de pinturas en las que se muestra a Jesús crucificado. Además, aparece también una paloma que, aunque algunos quieran interpretarla como un símbolo de la Orden del Temple, es simplemente el Espíritu Santo.
Por otra parte las estrellas de cinco puntas podrían estar haciendo referencia a otra cosa bien simple y que incluso resulta evidente: las estrellas de otra bóveda, la celeste. Junto a ellas aparece Cristo, que es el ordenador y Señor del Cosmos (Cosmocrator).
Pasemos a otro elemento. En el capitel con los dos jinetes a caballo hay realmente sólo un caballero. El otro personaje podría ser un ángel o una mujer sosteniendo una cruz.
En cuanto a la tumba del primer William Sinclair, ubicada en la nave norte y en la que se aprecia una espada y una especie de grial con una estrella o rueda de ocho puntas, no es ningún símbolo del Temple, como bien explican Oxbrow y Robertson en su libro. La familia Sinclair tenía especial devoción a Santa Catalina de Alejandría. Pues bien, esta santa fue una célebre mártir. ¿Adivináis cuál fue el instrumento de su martirio? Una rueda de ocho radios…
Pero sigamos. La célebre “columna del Aprendiz”. Algunos autores han pretendido identificar esta columna con una representación de la leyenda masónica del asesinato del Maestro Hiram. Oxbrow y su compañero explican que la primera mención a la leyenda de la columna, tal y como la conocemos, data de unos 200 años después de levantarse la capilla. El relato se lo debemos a Thomas Kirk, un viajero de Yorkshire que visitó la capilla en 1677. Ni siquiera el padre Hay, 23 años después, hace mención a ella. Y, otras fuentes igualmente del siglo XVII se refieren a la pieza como Prince’s Pillar (la columna del príncipe).
Los autores británicos señalan que leyendas como la de Rosslyn, algunas casi idénticas, existen en otros lugares de Europa, siempre vinculadas con la construcción de edificios sagrados. En España, por ejemplo, existen historias muy similares, como la del maestro y el aprendiz de Eunate, y la portada gemela de Olcoz. De forma que no es posible vincular dichas historias con la masonería. Al menos en el caso de Rosslyn, su existencia no parece remontarse a la construcción de la capilla.
Antes vimos también la existencia de unos ángeles emplumados y colocados en extrañas posturas, supuestamente relacionados con ritos de la masonería. Y, efectivamente, es así. La “pega” es que su ejecución no se remonta al siglo XV, tal y como proponen algunos autores, que intentan demostrar así la relación entre el origen de la masonería escocesa y la capilla de Rosslyn. Tal y como nos explican los autores de Rosslyn and the Grail, estas pequeñas esculturas son realmente obras masónicas, pero no datan de la fecha de construcción del edificio, sino que fueron realizadas durante una restauración que se llevó a cabo en la década de los 60 del siglo XIX, bajo la supervisión del arquitecto David Bryce… que era masón.
Ya hemos podido comprobar cómo casi todos los mitos de la capilla de los Sinclair han ido cayendo uno a uno. ¿Qué ocurre con su supuesta función como templo custodio del Grial? Ya sabemos que los templarios no huyeron a Escocia y por tanto difícilmente pudieron hasta allí –si es que alguna vez lo tuvieron en su poder–, al igual que el resto de supuestos tesoros.
La primera mención al Grial con relación a Rosslyn surge en el siglo XX, concretamente de 1952. Fue un escritor, Lewis Spence, quien mencionó tal vinculación en un artículo titulado Mystical Rosslyn. Hasta ese momento, nadie había sugerido algo semejante…
EL AUTÉNTICO MISTERIO DE ROSSLYN
¿No hay entonces ningún enigma en esta bella capilla escocesa? No lo parece. Al menos no en el sentido que le han querido dar algunos estudiosos, que en mi opinión no han actuado de mala fe. En todo caso, pueden ser acusados de falta de documentación, y de preferir las explicaciones románticas y legendarias, que siempre suelen aparentar más fascinantes que las reales.
¿Qué es entonces Rosslyn? En la actualidad, es sin duda un lugar mágico, especial. Sobre todo para algunos masones, que pueden contemplar allí algunos símbolos que pertenecen a su Fraternidad. En su época, sin duda Rosslyn fue un templo católico fundado por una familia noble de profundas convicciones cristianas. Lo que no impide, como explican Oxbrow y Robertson, para que incluya una curiosa iconografía repleta de elementos que pueden ser considerados paganos, y que tienen aquí un uso y un significado cristiano (circunstancia que ya hemos visto en otras ocasiones).
Para estos dos historiadores, el verdadero artífice de la capilla –al menos en lo que respecta a su simbología– fue Sir Gilbert Hay. Hay era el tutor de los hijos de Sir William Sinclair, y fue sin duda un hombre de profunda cultura y conocimientos. De hecho había pasado varios años en cortes europeas debido a su sabiduría, y fue un traductor de varias obras científicas y de caballerías –entre ellas un libro de Ramón Llull– a lengua gaélica. Oxbrow y Robertson explican que en la fecha de la construcción de la capilla, Sir Gilbert Hay se encontraba, precisamente, traduciendo una obra sobre caballería a lengua escocesa, y los libros sobre leyendas artúricas estaban en pleno auge en aquel momento.
La respuesta al enigma de Rosslyn, según explican en su libro, llegó gracias a uno de los numerosos "hombres verdes" existentes en el templo, y que está situado en el lado Este del templo. Este hombre-verde aparece representado con rasgos jóvenes. Oxbrow y su compañero se percataron de que, si recorrían la iglesia desde allí, en el sentido de las agujas del reloj, los “hombres-verdes” iban envejeciendo. Así que concluyeron que la iconografía del templo –o al menos buena parte de ella– era una representación de las edades del hombre.
De este modo, si comenzamos el recorrido en el Este, tal y como ellos sugieren, encontramos dos vidrieras, por las que penetra la luz al amanecer. En el lado contrario hay dos músicos en relieve y, enfrente, la escena de la natividad (el nacimiento). Tal y como explican los autores británicos, todo el lado Este está dedicado al comienzo del día, el inicio de la vida y la primavera. Los hombres-verdes representados allí tienen rasgos juveniles y frondosas hojas surgiendo de sus rostros. Sin embargo, según avanzamos por el templo en el sentido de las agujas del reloj, los temas y rostros van cambiando, sugiriendo la madurez y finalmente, el envejecimiento y la muerte...
En definitiva: ni templarios, ni Grial, ni viaje a América antes de Colón...
PD: Os dejo algunos "extras", para los que no había espacio en la edición impresa de Ars Secreta.
* AUGUSTINE HAY, Richard. Genealogie of the Sainteclaires of Rosslyn. Edición completa en Google Books.
* Narración de Zeno. Versión íntegra del relato, edición facsímil digitalizada por la Biblioteca Nacional de Francia. ¡Ojo!, son 5,6 Mb, y está en italiano de la época.
* The Spottiswoode Miscellany. Publicación de 1845 en la que se recoge, en latín, los detalles del juicio contra los templarios escoceses (Processus factus contra templarios in Scotia, 1309). En esas líneas se nombra a Willielmus de Sancto Claro como uno de los testigos que participaron en el juicio contra los caballeros del Temple. Edición completa en Google Books.
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Una de mis intenciones al escribir Ars Secreta –y más tarde al iniciar los escritos en este blog–, consistía en aclarar algunos errores que, en los últimos años, se han venido repitiendo con insistencia en numerosas obras. Especialmente tras el éxito arrollador de El Código da Vinci, se popularizaron algunas teorías relativas al supuesto esoterismo de ciertas obras de arte. Leonardo da Vinci, los templarios y otros personajes (muchos de ellos artistas) se convirtieron al instante en objeto de sospecha, pues sus obras podían ocultar terribles mensajes cifrados, códigos heréticos capaces de derrumbar los cimientos de la Iglesia católica.
Evidentemente, esta visión hollywoodiense, muy jugosa en el ámbito literario de los bestseller, es terriblemente inexacta. Tiempo habrá de ir comentando aquí, poco a poco, algunos de los errores más extendidos por El Código… –que en definitiva no deja de ser una novela, por mucho que su autor haya añadido la coletilla de 'basado en datos reales'–, y repetidos y difundidos en otros muchos ensayos. Hoy quiero compartir con vosotros la primera parte de un repaso crítico a uno de los edificios más popularizados, precisamente, por El Código da Vinci: la capilla de Rosslyn (Edimburgo, Escocia).
Dan Brown ambienta allí el final de la novela, y los protagonistas acuden hasta el lugar tras resolver uno de los enigmas “encriptados” en la tumba de Sir Isaac Newton. Supuestamente, en Rosslyn deben encontrar el ansiado Santo Grial. Pero en su lugar descubren la verdad sobre la familia de Sophie Neveu.
Esta mención de la novela a la capilla ha provocado un verdadero aluvión de visitantes –más de 115.000 en el año 2005–, que esperan encontrar oscuros códigos secretos dejados por el Priorato de Sión o su brazo armado (siempre según la novela), los caballeros templarios…
Sin embargo, pese a este reciente boom de turistas brownianos, lo cierto es que la capilla de Rosslyn –en realidad originalmente se conocía como Colegiata de san Mateo–, ya era lugar de peregrinación –aunque en una medida mucho menor– para los lectores de una serie de libros que, en las últimas décadas, situaban allí diversos tesoros o reliquias de la cristiandad. Por otro lado, hasta allí se han desplazado también un sinfín de masones de todo el mundo, que desean visitar el que, para muchos, es el mayor templo de la masonería construido nunca, a juzgar por una serie de elementos iconográficos masónicos que allí pueden verse.
Sin duda alguna, Dan Brown supo apreciar el atractivo de todas estas teorías, y sabía muy bien lo que hacía cuando escogió este lugar para ambientar parte de la trama.
Entre unos y otros, los distintos visitantes se acercan al lugar buscando diferentes enigmas. Para unos, la capilla oculta la cabeza momificada de Juan el Bautista; para otros, se trataría del cuerpo de Cristo (lo que supondría la negación del dogma de la resurrección); en otros casos el misterio consistiría en unos documentos escritos por Jesús y ocultos bajo la capilla por los templarios, quienes los habrían recuperado bajo los escombros del Templo de Salomón durante su estancia en Jerusalén. No faltan tampoco quienes aluden al Arca de la Alianza, a tesoros únicamente económicos y, como no, al famoso Santo Grial o a pistas sobre su paradero.
Y así, una interminable lista de enigmáticas reliquias o tesoros que, de encontrarse algún día, harían derrumbarse los pilares de la cristiandad. No es de extrañar que, ante tal cantidad de supuestos misterios, algunos hayan calificado la capilla de Rosslyn como “el templo de los mil enigmas”.
Para llegar a estas conclusiones, autores como Andrew Sinclair se apoyan en el rico simbolismo de la capilla, como el presente en el célebre Pilar del Aprendiz, en la tumba de uno de los Saint-Clair o en las numerosas esculturas y capiteles que decoran todo el templo. Entre los detalles más llamativos se cita siempre la presencia de unos curiosos relieves en los que, supuestamente, se ven mazorcas de maíz, lo cual sería una prueba de que los templarios habían viajado a América antes de Colón…
Pero, ¿de dónde surgió la idea de que esta iglesia de estilo gótico, y situada en el pueblo de Roslin, a unos 11 kilómetros de Edimburgo, oculta todos estos acertijos entre sus viejos muros?
LA LEYENDA
Los templarios que huyeron a Escocia
Los diferentes investigadores “heterodoxos” que han intentado desentrañar las supuestas claves ocultas de la capilla se hacen eco de varias tradiciones y leyendas –sin respaldo histórico– sobre los omnipresentes caballeros templarios.
Según dichos autores –entre los que se cuentan Andrew Sinclair, Christopher Knight, Robert Lomas, Laurence Gardner y algunos otros–, con la disolución de la Orden del Temple a comienzos del siglo XIV, buena parte de los templarios franceses fueron capturados y ejecutados, pero algunos caballeros habrían logrado escapar antes del desastre, llevándose consigo el tesoro y los secretos de la Orden, custodiados hasta entonces en su casa madre de París.
Siempre según la leyenda, estos caballeros habrían zarpado desde el puerto de La Rochelle, a bordo de nueve navíos en dirección a tierras escocesas, siendo acogidos por Robert the Bruce. El rey escocés había sido excomulgado, y por lo tanto no tenía nada que perder frente a una posible represalia papal por proteger a los proscritos. Así, los templarios habrían llegado hasta las posesiones de la familia Saint Clair, quienes les refugiaron y, desde ese momento, se convirtieron en custodios del tesoro del Temple.
Sólo unos años después, en 1314, los templarios, agradecidos, habrían ayudado a Bruce en la célebre batalla de Bannockburn –guiados por Sir William Saint Clair, según ellos nuevo Gran Maestre templario–, y derrotaron a los ingleses, consiguiendo así la ansiada independencia de Escocia. Algunos años más tarde, Sir William moriría en tierras españolas luchando contra los musulmanes, mientras se encontraba de camino junto a otros caballeros escoceses, para llevar el corazón de Robert the Bruce a Tierra Santa.
Así, los templarios huidos de Francia con el tesoro y los secretos de la Orden habrían permanecido ocultos en Escocia, siendo dirigidos desde el castillo de los Saint Clair. El autor de The Sword and the Grail (La espada y el Grial) asegura en su libro que, para evitar que la Iglesia de Roma declarara una cruzada contra los herejes de Escocia, Robert the Bruce habría pedido a los templarios que se convirtieran en una organización secreta, que más tarde daría lugar a la masonería escocesa. Según una tradición masónica, Bruce estableció la Real Orden de Escocia, para recompensar a los templarios que le ayudaron en Bannockburn, y nombró a los Saint Clair como Grandes Maestres hereditarios. Mientras, los templarios ocultos habrían seguido custodiando su tesoro traído de Francia.
El viaje a América de los Saint Clair
La complicada historia, antes de llegar a la construcción de la capilla, aún tiene una ramificación más. Un relato que, de ser cierto, situaría a los miembros de la familia Saint Clair como los verdaderos descubridores del continente americano, unos cien años antes que Cristóbal Colón.
Esta conexión transoceánica salió a la luz gracias a un documento conocido como Narración de Zeno o Viaje de Zeno. Supuestamente, en él se detalla cómo un navegante veneciano del siglo XIV, Antonio Zeno, habría acompañado al primer conde de las Orcadas, Henry Sinclair (hijo de Sir William), y a unos cien caballeros templarios, en un viaje marítimo que los habría llevado a tierras norteamericanas en torno a 1398, a bordo de doce navíos.
En realidad, el documento Zeno, que existe realmente (podéis ver su portada sobre estas líneas) habla de una tierra llamada Estotilanda, donde los nativos cultivaban cereales y exportaban pieles y otros productos a Groenlandia. Estotilanda, según los autores partidarios de la veracidad del Viaje de Zeno, no sería sino Nueva Escocia (actual Canadá).
La flota de Sinclair, capitaneada por Antonio Zeno, habría zarpado en 1398. Llegaron a Nueva Escocia y exploraron las tierras, e incluso llegaron más allá. Algunos de los caballeros que participaron en la singular aventura habrían muerto allí y fueron enterrados en América, quedando como testimonio varias lápidas sepulcrales. Después de explorar algunas tierras situadas más al sur, Sinclair y sus hombres regresaron a casa, y Zeno volvió a Venecia, donde escribió su relato.
Hoy, como testimonio de aquella increíble aventura, la capilla de Rosslyn muestra varias esculturas y relieves de lo que parecen ser plantas de maíz, áloe vera y otros vegetales únicamente existentes en América en la fecha de su construcción.
Y así llegamos, tras un largo rodeo por tierras americanas, al final de la leyenda. Siguiendo estas teorías, en 1446, el tercer conde de las Orcadas, William Sinclair (descendiente de aquel otro William, supuesto Gran Maestre templario), decidió levantar una capilla a imagen del Templo de Salomón, en la que habría ocultado los tesoros secretos del Temple, heredados a través del linaje de su familia. Ya sabéis, según las diferentes versiones, bajo el edificio estaría el Arca, la cabeza de San Juan o el Santo Grial…
Y como pista para los más avispados, Sinclair habría dejado en la capilla multitud de claves ocultas en su misteriosa iconografía. Pero, ¿realmente fue así? Hasta ahora hemos visto la leyenda. En la segunda parte veremos lo que dice la historia oficial…
San Bartolomé de Ucero, en imágenes
En Ars Secreta dedico un capítulo entero a la fascinante ermita de San Bartolomé de Ucero, un edificio atribuido por muchos autores a la célebre y polémica Orden del Temple, a pesar de que no existe documentación que permita atestiguar de manera fehaciente su origen (la identificación con la iglesia templaria de San Juan de Otero que hacen algunos autores es errónea, tal y como explico en el libro).
Sea cual sea su filiación –creo que en realidad eso es lo menos importante–, lo cierto es que este edificio y el enclave en el que se encuentra ubicado (el impresionante cañón del Río Lobos) constituyen una buena excusa para hacer una escapada de fin de semana.
Por motivos de espacio, en el libro no pude incluir todas las fotografías que habría querido, en especial aquellas en las que se aprecian algunos de los enigmáticos canecillos que adornan el templo. Aprovechando las ventajas que nos ofrece la red, he subido varias de estas imágenes a mi espacio en Flickr!, para que podáis ver todas las figuras que se mencionan en el capítulo en cuestión. Sobre todo no perdáis detalle de la extraña "H" de la fachada, del hombre barbudo y su frente, y de los bellos pentagramas creados mediante "corazones" entrelazados.