El Rey Blanco y las artes oscuras
En ocasiones anteriores ya he hablado aquí del notable interés que manifestaron numerosos personajes poderosos como Felipe II, el emperador Rodolfo II o la reina Cristina de Suecia, entre otros, por cuestiones "ocultas" o esotéricas, y cómo dichos intereses propiciaron la creación de hermosas y singulares obras de arte.
La obra que quiero compartir con vosotros (la tenéis un poco más abajo) es un grabado realizado por el artista Hans Burgkmair el Viejo (1473-1531), contemporáneo de Durero. Dicha obra lleva el sugerente título de El deseo del Rey Blanco por aprender las artes oscuras, y lo más sorprendente de todo es que el citado "rey blanco" (Weiss Kunig, en alemán), no es otro que el emperador Maximiliano I. El grabado, cuyo simbolismo explicaré un poco más abajo, es uno de los cientos que aparecen en el libro Der Weisskunig (El Rey Blanco), una biografía del propio Maximiliano escrita por Marx Treitzsaurwein –siguiendo dictados del emperador– cuyas dos primeras partes están dedicadas a relatar la vida de sus padres, así como su propio nacimiento y educación, desde la infancia hasta la juventud. Esta voluminosa obra tenía también una tercera parte que relataba la vida política de Maximiliano, y su contenido fue personalmente dictado por el monarca. Además, la obra está decorada con numerosos grabados, obra de Leonard Beck, Hans Schäuffelein, Hans Springinklee y el citado Burkmair.
El deseo del Joven Rey Blanco por aprender las artes oscuras. (Imagen: Kintzertorium / Flickr)
Volviendo a la obra que nos interesa, el grabado de arriba, pertenece concretamente a la segunda parte de la biografía, la dedicada a la educación del joven Maximiliano. En el centro de la imagen aparece el futuro emperador, acompañado por un clérigo que le muestra un libro abierto.Flanqueándolos, destacan cuatro figuras. A la izquierda, una mujer vieja, con una bolsa en una de las manos, sostiene penosamente en su espalda la figura monstruosa de un pequeño demonio. En la derecha, un monje con un libro bajo el brazo y, sobre él, surgiendo entre las nubes, aparece la figura de un ángel. La parte superior, como podéis ver, está ocupada por el firmamento nocturno, cuajado de estrellas. Curiosamente, de dos de ellas cuelgan sendos libros, sostenidos por cadenas.
Teniendo en cuenta el título del grabado y la curiosa escena que acabo de mencionar, podría pensarse que Maximiliano está siendo aleccionado en los secretos de la magia negra. Sin embargo, el verdadero mensaje es muy diferente, tal y como se explica en las propias páginas del libro. En realidad, la intención de la obra de Burgkmair era igualar al joven emperador con Cristo pues, al igual que éste, habría sido "tentado por el diablo", en su caso a través de un inicial interés por las artes oscuras, de moda en la época. Así, las figuras de la izquierda (viaje/bruja y demonio) son el símbolo del mal, mientras que las de la derecha (monje y ángel), representan al bien. Los dos libros, sostenidos por arte de magia desde las estrellas, contienen los saberes ocultos (y contrarios a la fe cristiana) de las artes oscuras. El texto del capítulo que decora este grabado aclara que el joven Maximiliano logra rechazar la tentación del diablo, venciendo así al mal.
Páginas iniciales de Der Weisskunig.
Aunque el ejemplo anterior deja claro el rechazo del monarca hacia la brujería y la magia negra, lo cierto es que Maximiliano, al igual que otros muchos personajes poderosos de su tiempo (eclesiásticos incluidos) se dejó seducir por otras prácticas poco ortodoxas, y de forma especial por la astrología. A lo largo de su vida, el emperador manifestó en varias ocasiones su certeza de que la disposición de los astros en el horóscopo de su nacimiento no era demasiado favorable, aunque por fortuna este aspecto negativo había quedado, según creía, atemperado por la benevolencia de la "providencia divina".
Este interés del emperador por el influjo de los astros queda de manifiesto en otros dos grabados de Burgkmair, también incluidos en Der Weisskunig. De uno de ellos, titulado precisamente Cómo el Joven Rey Blanco aprendió el arte de la astrología (correspondiente al capítulo 22), no he encontrado por desgracia una imagen de buena calidad. De todos modos, y por su interés, incluyo aquí una versión en tamaño reducido.
Cómo el Joven Rey Blanco aprendió el arte de la astrología.
El segundo, en el que se muestra el nacimiento del futuro monarca –en este caso si contamos con una imagen mayor–, evidencia de nuevo su interés por dicha disciplina. En el grabado, correspondiente al capítulo 14, como podéis ver un poco más abajo, aparece una mujer (probablemente una niñera), sosteniendo en sus brazos al recién nacido. Sobre ambas figuras descubrimos otra vez un cielo estrellado, pero en esta ocasión hay otro detalle que llama la atención: la Luna y tres estrellas emiten un curioso resplandor que desciende hasta las dos figuras, dando a entender el influjo que los astros ejercen sobre el recién nacido.
Der Weisskunig, grabado para el capítulo 14.
En lo que respecta al artista, Burgkmair, hay que señalar que estas no son las únicas obras en las que abordó temáticas "mágicas" o "esotéricas". Otros de sus grabados muestran también escenas de brujería, magia o temas macabros. Pero eso ya es otra historia…
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La bruja, de Benedetto Montagna
Siento no poder actualizar con la regularidad que me gustaría, pero estas últimas semanas apenas tengo tiempo libre. Espero que la situación se normalice pronto, y pueda compartir con vosotros algunas entradas de mayor extensión que estoy preparando desde hace algún tiempo. Mientras tanto, os dejo con un grabado del artista italiano Benedetto Montagna, pintor y grabador contemporáneo de Durero, Hans Baldung Grien o Lucas Cranach, con quien comparte algunos rasgos de estilo, intereses y temática. En este caso se trata de la obra "La Bruja", realizada en torno a 1506.
La imagen la he encontrado en la web de la Biblioteca Nacional, cuyos apartados digitales comienzan a ser más que dignos. En la sección "Biblioteca Digital Hispánica" podéis encontrar, entre otras cosas, un apartado dedicado al grabado alemán, con obras de los artistas que cito algo más arriba y trabajos de temática religiosa, mitológica y profana.
PD: Por cierto, con este post inicio una nueva serie ("Brujas en el arte"), en la que veremos notables y jugosos ejemplos del tratamiento dado por distintos artistas a las concubinas del Diablo.
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La pesadilla apocalíptica de un genio
Los enigmas de Durero, en el Museo Thyssen
Tal y como os había avanzado en un post anterior, el Museo Thyssen de Madrid inaugura el lunes 8 de octubre una exposición sobre el genial Alberto Durero. El pintor y grabador alemán no viene sólo, pues le acompañan obras de otros fantásticos artistas, como Lucas Cranach (en unos días hablaremos de alguna de sus obras) o Hans Baldung, de quien ya hablamos aquí.
Entre las obras de Durero presentadas en la exposición se encuentran algunas sobre las que ya hemos hablado aquí, como Melancolía I, que como vimos está cargada de enigmas sobre su interpretación. Pero además, la muestra nos ofrece la posibilidad de disfrutar de otras joyas del artista alemán que también encierran cierto misterio. Precisamente, tenía un pequeño comentario reservado en la "recámara" sobre una de ellas, el Retrato de Johannes Kleberger (1526); así que, aprovechando que está incluida en la muestra, que mejor momento para traerla hasta Ars Secreta.
Cuando repasamos Melancolía I, mencionamos la posible influencia de las tesis de Cornelius Agrippa en el grabado de Durero. En el retrato de Kleberger, podemos encontrar otras pistas que parecen refrendar esta hipótesis. Johannes Kleberger era un rico e influyente comerciante alemán afincado en Lyon, que llegó a convertirse en valido del rey Francisco I de Francia.
Durante un viaje a Nuremberg en 1525, Kleberger encargó a Durero un retrato, en el que hoy podemos descubrir algunos elementos claramente esotéricos. Concretamente, en la esquina superior izquierda de la pintura se aprecia un extraño emblema, formado por seis estrellas y un misterioso símbolo. Se trata del signo cabalístico conocido como Sol in corde leonis, conjunción de la estrella más brillante de Leo con el Sol; este símbolo está directamente tomado de De Occulta philosophia. Parece ser que Kleberger pudo haber tenido la ocasión de conocer a Agrippa en Lyon. Según el ocultista alemán, los nacidos bajo este signo de Leo (como Kleberger) estaban destinados a la grandeza. Pero hay más. El Sol in corde leonis era, al igual que el cuadrado mágico presente en el célebre grabado del artista, un amuleto benéfico contra el influjo de la melancolía.
Ya sabéis. No hay excusa para perderse la exposición del Thyssen. Yo ya estoy deseando que llegue el lunes…
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El arte macabro de Hans Baldung ‘Grien’
Hace unos días tuvimos la ocasión de repasar parte de la obra del genial Alberto Durero. Hoy quería comentar la creación de otro fantástico artista alemán: Hans Baldung Grien (1484-1545), quien además fue, precisamente, amigo y alumno aventajado de Durero.
Baldung nació hacia 1484-85 en Schwäbisch Gmünd (Suabia, Alemania), en el seno de una adinerada familia. Aunque su padre era un afamado abogado y su tío era médico del emperador Carlos V, él dirigió sus pasos hacia la creación artística. En un primer momento se formó en talleres de Alsacia. Sin embargo, recién arrancado el nuevo siglo, en 1502, viajó a Nuremberg, donde entró a formar parte del taller de Durero, con quien le uniría una gran amistad el resto de su vida.
Allí desarrolló sus dotes artísticas, y en sus obras de esta época se reconoce el vocabulario formal de su maestro. Durero lo consideró, sin lugar a dudas, como su discípulo más aventajado pues, al parecer, lo dejó al mando del taller durante el tiempo en que realizó sus viajes a Italia.
Gran parte de la obra de Baldung –tanto grabados como pinturas– aborda temáticas religiosas. De hecho los historiadores del arte consideran que su obra maestra es la decoración para el altar de la catedral de Friburgo, en la que destaca la escena de La coronación de la Virgen. Pero a pesar del buen número de obras religiosas, mi interés por Baldung procede de la que fue su "obsesión" temática: el discípulo aventajado de Durero fue un experto a la hora de representar escenas macabras, y gozaba de una gran facilidad para crear atmósferas extrañas, desasosegantes y misteriosas. Entre esta producción destacan sus escenas dedicadas a representar brujas durante sus sabbats o aquelarres.
Parece que este gusto por lo macabro aumentó tras su traslado a Estrasburgo (1509), donde adquirió su ciudadanía, entrando a formar parte de un gremio de artistas y creando su propio taller. En aquellas fechas el círculo cultural de la ciudad estaba plagado de humanistas interesados en temas como la alquimia y la brujería, y por lo tanto no es extraño que sus obras reflejen dichas cuestiones. Además, su obra parecer reflejar también cierta influencia de otro destacado pintor alemán del momento, que también manifestó un gusto especial por lo macabro: Grünewald (a quien por cierto también tengo pensado analizar aquí).
En España tenemos la suerte de poder disfrutar en vivo de algunas de sus obras. El Museo del Prado, por ejemplo, posee algunas de estas pinturas de temática macabra: Las edades y la muerte (1539) y Las tres gracias o La Armonía (1540); estas pinturas (sobre estas líneas), que van emparejadas, aluden al concepto de Vanitas, a la fugacidad de la vida y las cosas terrenales, al paso inexorable del tiempo y la imposibilidad de escapar al destino de la muerte. A pesar de todo, en estas dos obras que fueron propiedad de Felipe II, aparece también otro elemento presente en buena parte de la producción de Baldung: un marcado erotismo. Otro museo madrileño, el Thyssen, alberga también otras dos obras del pintor y grabador: Adán y Eva (1531) y Retrato de una dama (1530).
Otras de sus pinturas, como El caballero, la joven y la muerte (1505), Eva, la serpiente y la muerte (1510), La muerte y la doncella (1518-20) o Las siete edades de la mujer también reúnen características similares: de nuevo la presencia del erotismo, lo macabro y la preocupación por la brevedad y fugacidad de la vida.
Algunos de estos elementos se repiten en sus grabados, en los que abundan los trabajos sobre brujería. Una de las obras más llamativas es Sabbat de las brujas (1510), en la que aparecen representadas varias adoradoras de Satán, acompañadas de algunos de sus atributos: las horquillas y palos (supuestos métodos de transportes), las cabra sobre la que vuela una de ellas, la ofrenda diabólica que sostiene sobre su cabeza una de las brujas o la vasija con una inscripción indescifrable. También son buenos ejemplos de esta creación brujeril Saliendo hacia el Sabbat (expuesto en la Albertina) o Tres brujas (1514).
Esta obsesión por el tema de las brujas no le abandonó hasta el final de sus días. Una prueba de ello es la pintura Dos brujas (1523) y, en especial, otro de sus grabados magistrales: Mozo de caballería embrujado (1544). En esta obra vemos su interés por la perspectiva, pero lo que más destaca es ese dominio para crear atmósferas extrañas. El mozo aparece tumbado, mientras una bruja con una antorcha asoma por una ventana, después de haber lanzado su hechizo. Los estudiosos no terminan de ponerse de acuerdo sobre la interpretación de la escena: para unos la bruja ha lanzado su maldición directamente sobre el mozo, y el caballo gira su cabeza al presentir algo extraño; para otros, por el contrario, la bruja ha hechizado al caballo y éste ha golpeado a su cuidador. Otros estudiosos incluso proponen que el grabado es una alegoría de la lujuria, razón por la cual la bruja muestra uno de sus pechos desnudos.
Como ocurre con su maestro Durero, alguna de las obras de Hans Baldung tampoco escapan a la interpretación alquímica. Este es el caso de la pintura Mercurio (Museo Nacional de Estocolmo). Autores como Jan van Lennep, en su célebre y clásica obra Arte y Alquimia, consideran que dicha pintura puede interpretarse como alusión a la Gran Obra. Evidencias de ello serían el caduceo que sujeta el dios, su sexo indistinto, el caracol que también aparece y, especialmente, el león que se mira en las aguas, supuesto símbolo del oro…
Más adelante repasaremos las obras de otros artistas que también reflejaron escenas de brujería. Espero que la obra de Baldung os haya parecido tan sugerente y misteriosa como me resulta a mí.
Entradas relacionadas:
-Galería con más obras de Hans Baldung en Wikimedia Commons.
La pesadilla apocalíptica de un genio
Después de preparar la anotación sobre Melancolía I, recordé que mientras reunía información para el libro había archivado una curiosa información sobre otra obra de Durero. Tras un buen rato rebuscando entre mil papeles (soy un desastre, lo reconozco), por fin he localizado mis notas sobre la cuestión, y he pensado compartirlas con vosotros.
La obra en cuestión es en este caso una acuarela, hoy conservada en el Kunsthistorischen Museum de Viena, y representa un tema muy poco habitual. Esta pequeña obra (30 x 43 cms) lleva el sugerente título de Visión onírica, pues representa, ni más ni menos, un sueño (en realidad un terrible pesadilla) que Durero tuvo en 1525. En la noche del 7 al 8 de junio de aquel año, el artista alemán se despertó temblando, envuelto en sudores, atemorizado por el "espectáculo" que su mente había creado para él. Cuando se levantó a la mañana siguiente, Durero se dirigió rápidamente a su taller y pintó de forma apresurada la acuarela que podéis contemplar arriba.
Él mismo añadió el texto que acompaña a la obra, y que explica lo sucedido. A continuación os dejo una traducción de dicho texto (perdonar si hay alguna imprecisión), para que conozcáis el curioso suceso de manos de su protagonista:
En 1525, durante la noche entre el miércoles y el jueves después de la semana de Pentecostés, tuve esta visión mientras dormía, y vi cómo unas muy grandes aguas caían desde los cielos. La primera golpeó el suelo a unas 4 millas de mí con una fuerza tan terrible y un ruido tan enorme, que inundó toda la campiña. (…) Y el aguacero siguiente fue enorme. Algunas de las aguas cayeron a alguna distancia, y otras más cerca. Y venían desde una altura tal, que parecían caer muy lentamente. Pero la primera tromba de agua que golpeó el suelo lo hizo tan repentinamente, y había caído a tal velocidad, y estaba acompañada por viento y por un rugido tan aterrador, que cuando me desperté todo mi cuerpo temblaba, y no pude recuperarme durante un tiempo. Cuando me levanté por la mañana, pinté lo que se ve arriba tal y como lo había visto. Ojalá cambie el Señor todas las cosas para mejor.
La época en la que Durero tuvo su sueño y pintó esta acuarela fue un momento difícil, especialmente en términos religiosos. Eran unos años duros, de incertidumbre, con la Reforma protestante en pleno apogeo. Por este motivo, algunos historiadores han interpretado que la desagradable experiencia onírica del genio alemán pudo tener su origen en aquellos "tiempos revueltos". De hecho, muchos pensaron entonces que un nuevo Diluvio, un terrible castigo de Dios, iba a destruir el mundo. Este temor catastrofista y apocalíptico se había visto alimentado, además, por los vaticinios de algunos astrólogos, que el año anterior habían "leído" en los cuerpos celestes que una gran inundación iba a acabar con todo ser viviente.
Como podéis ver, hasta una vívida pesadilla es capaz de influir en la Historia del arte, en este caso agitando la imaginación y el pincel de uno de los genios más grandes que ha dado el Renacimiento.
Más información:
-Panofsky, Erwin. Vida y arte de Alberto Durero. Alianza Editorial. Madrid, 1995. (3ª edición).