Un enigma celeste en Florencia
En otras ocasiones he hablado aquí de la presencia de zodiacos, horóscopos y mapas estelares en diversas obras de arte. Ya expliqué en su día que, aunque la Iglesia se mostró contraria a prácticas como la astrología desde su nacimiento, con el paso de los siglos esa postura se fue suavizando, y los estudios sobre esta disciplina terminaron por ser muy populares a partir del siglo XI y, más especialmente, con la llegada del Renacimiento. Esta "explosión astrológica" que se produjo en época renacentista quedó de manifiesto por el enorme interés que suscitó entre nobles, monarcas, personajes adinerados e incluso miembros de la alta jerarquía eclesiástica. Una "fiebre" que, como era de esperar, dejó también su huella en la historia del arte.
Con anterioridad os hablé del papa Julio II y su decoración astronómica en la Stanza della Signatura, en los palacios vaticanos, y hoy vamos a ver otra pintura mural que guarda bastantes similitudes con ella. En este caso, sin embargo, tenemos que viajar a la espectacular ciudad de Florencia, y concretamente a la Sagrestia Vecchia –Sacristía Vieja– de la basílica de San Lorenzo, una obra realizada por Brunelleschi entre 1419 y 1422. Allí, sobre el espacio que ocupan el altar y una imagen de Cristo crucificado, el visitante se encuentra con una pequeña cúpula decorada con una imagen de la esfera celeste. Sin embargo, lo más sorprendente de todo es que esa imagen del firmamento no refleja estrellas y constelaciones al azar, sino el aspecto exacto del cielo en un momento determinado de la historia.
El primero que llamó la atención al respecto fue el historiador del arte Aby Warburg (a quien ya he mencionado en más de una ocasión y a quien algún día dedicaré una extensa entrada) hace ahora casi cien años, en 1911. Consciente de que aquella representación celeste no era casual, Warburg se puso en contacto con el Dr. Graff, del Observatorio de Hamburgo. Éste, en función de las constelaciones y astros reflejados en el fresco, dictaminó que aquel mapa astronómico reproducía el aspecto del cielo en algún momento de julio de los años 1422, 1423 o 1439. Con estos datos, y basándose en una guía de un peregrino del siglo XVIII, que aseguraba que el altar mayor de la Sacristía Vieja había sido consagrado el 9 de julio de 1422, Warburg concluyó que el fresco representaba precisamente la posición de los astros visibles desde Florencia en esfa fecha concreta, a modo de conmemoración de la ceremonia de consagración.
A primera vista, la hipótesis de Warburg parecía bastante razonable. Sin embargo, estaba equivocada. Gertrud Bing, directora del Instituto Warburg desde 1954, señaló la curiosa existencia de un fresco casi idéntico, también en Florencia, aunque en este caso en la Capilla Pazzi, dentro del conjunto de la basílica de la Santa Cruz. Bing desestimó la referencia a la fecha de consagración del altar mayor de la Sagrestia Vecchia por falta de evidencias sólidas, y señaló con acierto que esa hipótesis carecía de fundamento si se tenía en cuenta la existencia de un fresco con una representación gemela en la Capilla Pazzi, que comenzó a construirse en 1441. Apoyándose en unos cálculos del astrónomo Arthur Beer, Bing apuntó la fecha del 6 de julio de 1439 como la más probable, pero su hipótesis fue ignorada durante décadas.
En 1981 otra historiadora, Patricia Fortini Brown, publicaba un artículo en el que recuperaba la hipótesis de Bing. Apoyándose en cálculos del astrónomo John L. Heilbron, de la Universidad de Berkeley (California) Fortini insistía en la fecha del 6 de julio de 1439, a las doce del mediodía, como el momento exacto plasmado en el fresco de la Sacristía Vieja. ¿Por qué precisamente aquel día? En aquellas fechas la ciudad había acogido el llamado Concilio de Florencia y, precisamente, en la fecha señalada se procedió a la firma de un acuerdo –luego frustrado– con el patriarca de Constantinopla y otros legados de la Iglesia oriental, por el cuál se ponía fin al Gran Cisma.
La cuestión parecía resuelta tras la publicación del artículo de Fortini, pero el fresco aún guardaba otra sorpresa. En 1986 y con motivo de una restauración que pretendía devolver el aspecto original a los frescos de la Sagrestia Vecchia, la restauradora Isabella Lapi Ballerini descubrió la existencia en la pintura de otras "estrellas" que habían dejado de ser visibles como consecuencia de la pésima conservación de la obra.
Rápidamente, Lapi se puso en contacto con los investigadores del Observatorio Astrofísico de Arcetri (Florencia) por si ellos eran capaces de determinar qué astros eran aquellos. Y lo hicieron. Aquellas nuevas "estrellas" eran en realidad los planetas Venus, Júpiter y Mercurio, y su descubrimiento permitía a los astrónomos realizar un cálculo mucho más preciso de la fecha que el artista quiso reflejar en la cúpula.
En este caso los resultados parecían incuestionables: la pintura representa el firmamento visible sobre Florencia en la mañana del 4 de julio de 1442. Bajo estas líneas veréis una composición que he preparado a partir de una fotografía del fresco y una imagen del firmamento florentino en dicha fecha obtenida mediante el magnífico programa Stellarium (click para ampliar). Como veréis la posición de los astros es prácticamente idéntica, lo que viene a confirmar los últimos cálculos. Resuelto el interrogante de la fecha, quedaba por averiguar qué evento pretendía conmemorar. En este caso la respuesta sigue siendo poco rotunda, aunque la restauradora Lapi Ballerini sugiere en un trabajo de 1986 que, posiblemente, los frescos "gemelos" de la Sacristía Vieja y la Capilla Pazzi sirvieron para conmemorar la llegada a Florencia de un importante personaje: René d'Anjou.
Por el momento, y mientras no se descubre una explicación mejor, la hipótesis de Lapi parece "la menos mala" de todas las planteadas hasta la fecha. Al menos parece haber un consenso definitivo sobre la fecha representada aunque, como pasó anteriormente, quién sabe si un nuevo estudio podría en un futuro sugerir una respuesta definitiva sobre el hecho que se pretendía conmemorar.
Por otra parte, quedan aún otros dos interrogantes por responder, que se corresponden con las identidades del pintor del fresco de la Sagrestia y de la mente capaz de calcular el aspecto del cielo con un grado de exactitud tan notable. En el primer caso, todo parece indicar que fue el artista Giuliano d'Arrigo, il Pesello, ayudado por un segundo pincel desconocido que habría realizado parte de las constelaciones. En cuanto a la parte teórica, la mayoría de los historiadores han sugerido el nombre del astrónomo Paolo Del Pozzo Toscanelli, amigo cercano de Brunelleschi –recordemos que fue él quien erigió la Sagrestia– y conocido del clan Médici.
En todo caso, y aunque la cuestión parece resistirse a desvelar todas sus claves, los frescos de la Sagrestia Vecchia y de la Capilla Pazzi, con sus sugerentes mapas celestes, son un magnífico ejemplo de la fusión entre arte y astronomía/astrología que tanta relevancia llegó a tener en el Renacimiento. La ciudad de Florencia, por cierto, "esconde" muchos otros ejemplos de este tipo, pero tiempo habrá de detenerse en ellos con la calma que merecen.
BIBLIOGRAFÍA:
-FORTINI BROWN, Patricia. «Laetentur caeli: The council of Florence and the astronomical fresco in the Old Sacristy». Journal of the Warburg Institute. Vol. 44 (1981), págs. 176-180.
-SEZNEC, Jean. The survival of the pagan gods. Princeton University Press, 1953.
-WARBURG, Aby. El renacimiento del paganismo. Ed. Alianza Forma.
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El Panteón: ¿un gigantesco reloj solar?
Acabo de leer en The New Scientist un interesante artículo en el que se muestra la curiosa hipótesis de un historiador neozelandés sobre el hermoso Panteón de Roma, construído por Agrippa. Como no tengo demasiado tiempo en estos momentos, pero no quería dejar de compartir la historia con vosotros, me he limitado a hacer una traducción rápida del texto (perdonad los posibles errores). Sin duda, se trata de una idea bastante sugerente…
¿Ha ocultado el Panteón de Roma un secreto durante casi 2.000 años? Un experto así lo cree, y argumenta que el edificio romano actúa como un reloj solar colosal.
El imponente templo, completado en el año 128 d.C., es uno de los edificios más impresionantes que sobrevive desde la antigüedad. Consiste en una cámara cilíndrica rematada por un tejado con cúpula que cuenta con un oculus en lo alto que permite el paso de un dramático rayo de luz solar. Además, cuenta con un atrio provisto de columnas en su parte frontal.Cuando Robert Hanna, investigador de la Universidad de Otago en Dunedin (Nueva Zelanda), visitó el Panteón en 2005 –mientras investigaba para la elaboración de un libro–, se dio cuenta de que el Panteón podría haber sido algo más que un simple templo. Durante los meses del invierno, la luz del sol del mediodía traza una trayectoria a través del interior de la cúpula. En verano, con el sol en lo más alto del cielo, el rayo de luz alumbra los muros inferiores y el suelo. En los dos equinoccios, en marzo y septiembre, la luz solar que atraviesa el óculo impacta en la unión entre el muro y el suelo, sobre la gran puerta norte del Panteón. Una verja existente sobre la puerta permite que un haz de luz llegue al atrio de entrada, el único momento del año en el que esta zona queda iluminada si las puertas están cerradas.
Luz solar durante los equinoccios. (Infografía: New Scientist)
Hannah cree que no se trata de una coincidencia. En tiempos romanos era habitual utilizar un hemisferio hueco con una abertura en lo alto como reloj solar, aunque a una escala mucho menor, lo que permitía mostrar la época del año. Mientras la cúpula del Panteón es bastante plana en el exterior, forma un hemisferio perfecto en el interior. “Esto es una característica de diseño bastante deliberada”, asegura Hannah.
Panteón significa “todos los dioses”, y el techo del edificio representa la cúpula celeste, donde los romanos creían que los dioses residían. En el equinoccio, el sol está en el ecuador celeste, que fue visto como la parte más estable del cielo, un hogar eterno perfecto para los dioses. Hannah piensa que al señalar los equinoccios, el Panteón intentaba elevar a los emperadores hasta el reino de los dioses.
James Evans, un historiador de la astronomía en la Universidad de Puget Sound del estado de Washington, está intrigado: “El arquitecto del Panteón ciertamente estaría al tanto de las conexiones simbólicas entre el Cósmos y el Imperio, y entre el Sol y el emperador”. Sin embargo, Evans no cree que el caso esté probado, pues no se conservan marcas en el Panteón que lo relacionen con un reloj solar.
Por el contrario, Hannah señala que los relojes solares raramente venían con instrucciones: “Eran parte de la cultura, no necesitaban explicárselo a sí mismos”.
En mi opinión, y conociendo el interés de los antiguos romanos por la alineaciones astronómicas y su uso en la construcción de edificios y diseño de ciudades, la teoría de Hannah no me parece nada descabellada. De hecho, el simbolismo astronómico-religioso del Panteón es bien conocido, aunque ciertamente la hipótesis del reloj solar es bastante original. Si tenéis la ocasión de visitar en persona el bello templo romano, podréis comprobar que en su interior –y a pesar del alboroto que generan los cientos de visitantes que hay a todas horas–, se percibe una atmósfera realmente especial.
En otra ocasión os hablaré de otra construcción romana –en este caso ubicada en Atenas–, cuyas características astronómicas están plenamente demostradas: la Torre de los Vientos.
Fuente: Is the Roman Pantheon a colossal sundial? (New Scientist)
Fotografía: (c) Javier García Blanco / Istockphoto
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