Ars Secreta
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La capilla “masónica” de Mosén Rubí

thummosen.jpg La jornada del 17 de febrero de 1592 fue especialmente fría en la capital abulense. Aquella tarde, Don Diego de Bracamonte, señor de Fuente del Sol y uno de los nobles más importantes de la ciudad, fue ejecutado públicamente –degollado y no ahorcado, en deferencia a su condición– en la Plaza del Mercado Chico. Mientras el verdugo completaba la sentencia, otros nobles de la ciudad permanecían escondidos en sus casas, temerosos de que la autoridad llamara a su puerta. ¿Qué crimen había cometido Bracamonte? Todo parece indicar que fue el cabecilla de una revuelta contra la política recaudatoria de Felipe II y principal responsable de que la ciudad hubiera amanecido sembrada de pasquines críticos con el monarca, a quien también se reprochaba que la nobleza hubiera quedado excluida del gobierno. Tras la ejecución, los compañeros «conspiradores» de Bracamonte salieron de sus hogares y recogieron su cadáver. El cuerpo fue trasladado a la capilla de Mosén Rubí, también conocida como de La Anunciación, que se encontraba bajo patronazgo del fallecido. Al día siguiente sus restos fueron llevados hasta la iglesia de San Francisco.

Desde el siglo XIX, varios autores –entre ellos algunos estudiosos y miembros de la masonería– han asegurado que la capilla de Mosén Rubí es un recinto plagado de referencias esotéricas vinculadas a una logia masónica, a la que habría pertenecido Diego de Bracamonte. La importancia de esta afirmación reside en que, de ser cierta, demostraría la presencia de masones operativos en España en el siglo XVI, dos siglos antes del surgimiento de la llamada masonería especulativa en Inglaterra.

En 1873, el historiador Juan Martín Carramolino señalaba en su obra Historia de Ávila, su provincia y su obispado: «Más de un extranjero y algún estudioso español han querido hallar alguna significación misteriosa en esta notable fundación…» Sólo un año después, en 1874, Vicente de la Fuente recogía el testigo en su obra Historia de las Sociedades Secretas… y se preguntaba si, además del misterio que envolvía a la capilla, los pasquines contra Felipe II «repartidos» por Diego de Bracamonte tenían su origen en una hipotética logia masónica de Ávila con oscuros intereses conspiradores.

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¿SIMBOLISMO ESOTÉRICO?
Antes de conocer la historia de la capilla, ubicada dentro de las murallas de Ávila, junto a las plazas de Mosén Rubí y Fuente del Sol, veamos cuáles son esos supuestos elementos masónicos del edificio. Según los autores que se han referido a esta cuestión, encontraríamos los siguientes: la forma de la propia planta del recinto, que recordaría los templos masónicos del rito escocés; la abundante presencia –en vidrieras, muros exteriores e interior– de los símbolos del mallete y la escuadra; un púlpito, hoy desaparecido, que tenía forma pentagonal; un relieve en la sillería del coro, en el que se aprecia una esfera atravesada por un puñal, identificado como símbolo del grado de caballero Kadosh (grado 30) de la masonería; un relieve escultórico en la entrada al Hospital adjunto, en el que se ve a Dios Padre enmarcado por un triángulo, que sería una representación del ojo del Gran Arquitecto del Universo o «delta masónico»; las columnas que enmarcan la entrada a la capilla, que serían un «reflejo» de las columnas masónicas de Jakin y Boaz y, finalmente, el sepulcro de los patrocinadores de la capilla –según estos autores el propio Mosén Rubí y su esposa–, en el que la escultura masculina aparece sacando la espada con su mano izquierda en dirección hacia el hombro de ese lado, una supuesta alegoría del ya citado grado Kadosh.

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Para reforzar el lado oculto y misterioso de la capilla de Mosén Rubí, estos autores señalan otra curiosa circunstancia: en 1530, el Santo Oficio habría prohibido la finalización de las obras, y el obispo de Toledo –encargado de consagrar cualquier templo de Castilla– jamás puso un pie en la construcción.

ORÍGENES DE UN LINAJE
Diego de Bracamonte, el noble ajusticiado por rebelarse ante Felipe II, fue el patrón de la capilla hasta su muerte. Después fue su hijo, Mosén Rubí de Bracamonte, quien concluyó las obras. En recuerdo a su memoria, hoy el edificio es conocido popularmente con su nombre, aunque en realidad su designación oficial sea la de Capilla de la Anunciación. Precisamente, en torno al nombre de este miembro del linaje Bracamente ha habido una gran confusión, pues la mayoría de los autores que sugieren la teoría masónica suelen identificar erróneamente al hijo de Diego de Bracamonte con el fundador del linaje, el francés Robert de Braquemont.

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Este primer Mosén Rubí, patriarca de los Bracamonte, fue un almirante francés que, en el siglo XIV, luchó valerosamente junto a Enrique II de Castilla. En agradecimiento por los servicios prestados, Braquemont recibió importantes privilegios. Establecido en tierras castellanas, el almirante se casó con Doña Inés de Mendoza, hija del mayordomo del rey Pedro el Cruel, obteniendo así los señoríos de Hita y Buitrago. Más tarde se casó de nuevo, en esta ocasión con Doña Leonor Álvarez de Toledo, vinculada a la casa de Alba. A partir de entonces, los Bracamonte fuero acumulando títulos y poder.

Algunos autores han sugerido la existencia de «puntos oscuros» en el árbol genealógico de los Bracamonte. Interrogantes vinculados siempre a episodios históricos importantes, a un supuesto origen judío del linaje y a la pertenencia de algunos Bracamente a la Orden de Calatrava. Para estos estudiosos, las peculiares características de la familia tienen su culmen en Diego de Bracamonte.

UNA SIMPLE CAPILLA CIVIL
A pesar de lo sugerente de esta «intrahistoria», lo cierto es que poco de lo dicho sobre la «trama masónica» se ajusta a la verdad. En primer lugar, la existencia de la capilla se debe a la señora Aldonza de Guzmán quien, en el siglo XV, puso en marcha la construcción, y no a los Bracamonte. A la muerte de ésta, fue su sobrina, Doña María Herrera, quien tomó el relevo de la fundación en 1512. Herrera era viuda de Andrés Vázquez Dávila, tío de Diego de Bracamonte, y tras el fallecimiento de la dama, y puesto que no tenía descendencia, Don Diego recibió el encargo de completar la obra, «e después de sus días a Mosén Rubí de Bracamonte, su hijo legítimo e de la Señora Doña Isabel de Saavedra».

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Uno de los argumentos más repetido ha sido la supuesta prohibición del Santo Oficio de continuar con la construcción (a causa de las sospechas despertadas por el recinto). Además, se ha dicho que el obispo de Toledo no acudió a benbecir el templo, como era preceptivo. Nada de esto parece tener base. La capilla no fue consagrada porque es un recinto «de patronato laico por fundación y donación», tal y como explicó el obispo de Ávila Lorenzo de Otaduy Avendaño en un texto de 1601. Se trata, por lo tanto, de un edificio ajeno a la Iglesia, aunque tenga carácter cristiano. En cuanto a la supuesta condena inquisitorial, es probable que las obras se interrumpieran durante un tiempo, pero si fue así las razones debieron ser otras. Un vistazo a la Sección Nobleza del Archivo Histórico Nacional, en el apartado de Patronato de Obras Pías, permite despejar cualquier duda. Bajo el título de Diversos documentos pontificios y reales concediendo licencias a los patronos del Hospital y Capilla de la Anunciación de Ávila, encontramos jugosos documentos, como una Bula del papa Clemente VII confirmando el patronato de Diego de Bracamonte (1532) o una «carta solemne» de Pío V autorizando a modificar las horas de maitines (1566). Es indudable que, de ser cierta la prohibición inquisitorial, los pontífices mencionados no habrían otorgado tales privilegios.

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Otro de los «elementos masónicos» señalados por los investigadores es el sarcófago de Mosén Rubí y su esposa, con ese supuesto gesto interpretado como un símbolo de caballero Kadosh. Este sepulcro muestra efectivamente a los fundadores pero, al contrario de lo que se ha repetido, quienes aparecen representados en él no son Mosén Rubí y su mujer, sino Doña María Herrera y su esposo Andrés Vázquez Dávila, como se explica en el propio sepulcro. En cuanto al signo de caballero Kadosh, también esta apreciación es falsa pues ese grado, tal y como aclara el historiador de la masonería José Antonio Ferrer Benimeli, no existía en la fecha de edificación de la capilla, y no lo hizo hasta dos siglos después, cuando Federico II de Prusia lo instituyó. Este detalle serviría también para descartar la presencia de ese mismo símbolo en el relieve del coro.

El resto de elementos y «claves masónicas» también se desmoronan tras un análisis de los mismos. El supuesto "delta masónico" (el tímpano triangular con Dios en su interior) del exterior es una representación normal, muy habitual en multitud de templos cristianos. En este caso, Dios Padre aparece sobre una escena de la Anunciación a la Virgen (recordemos que la capilla posee esta advocación).

10.jpgTodos estos elementos parecen aclarados pero, ¿qué ocurre con los numerosos relieves con la escuadra y el mallete, dos símbolos claramente masónicos? En realidad, dichos relieves corresponden al escudo de la familia Bracamonte. Cuando Don Diego y su hijo Mosén Rubí recibieron el encargo de concluir la capilla, no dudaron en plasmar el escudo familiar en todos los rincones del edificio. Si buscamos el escudo de los Bracamonte en la bibliografía sobre heráldica, comprobamos que, curiosamente, la escuadra y el mallete no son tales. Se trata de máquinas de guerra. La falsa escuadra es un artefacto conocido como chevreau o cabrio, un emblema de honor concedido a aquellos que han sido heridos en las piernas, además de símbolo de constancia y firmeza. Por otra parte, el «mallete» es un simple mazo utilizado en la construcción de maquinaria bélica.

Si, como hemos visto, la capilla de Mosén Rubí no es un templo masónico, ni los Bracamonte tuvieron nada que ver con logias masónicas secretas, ¿por qué se empeñaron distintos estudiosos en afirmar lo contrario? Quizá porque, tal y como señala el historiador Antonio Bonet Correa en un trabajo al respecto, por un lado la figura de Diego de Bracamonte, quien se enfrentó al rey y al orden establecido, aparecía ante los ojos de ciertos estudiosos del siglo XIX como «un héroe liberal, un mártir de la lucha contra el absolutismo y la Inquisición». Por otra parte, esta visión heroica fascinó a la masonería decimonónica, pues al otorgar una filiación masónica a los Bracamonte y a la capilla que ayudaron a construir, creía dar más importancia y antigüedad a su Orden. Algo similar, aunque por razones contrarias, les ocurrió a los autores antimasónicos, a quienes esta versión les servía para reafirmar sus tesis conspirativas.

Actualización: Me olvidé de comentar que la capilla puede visitarse de forma gratuita. Entre semana, si no han cambiado los horarios, abre a las 18:00 h, creo que hasta las 20:00 h. ¡Ah! La monjita que se encarga de enseñarla, una señora de más de 80 años, es muy simpática. Eso sí, como la capilla incomprensiblemente no recibe muchas visitas de turistas, hay que tener cuidado con ella, porque corres el riesgo de que aproveche para contarte su vida y milagros, como me ocurrió a mí. ¡Hasta me regaló un ejemplar (atrasado) de L'Observatore Romano! ;-)

Fotografías: (c) Javier García Blanco

Fuentes:

-BONET CORREA, Antonio. Ars Longa: cuadernos de arte, nº2, 1991. "La capilla de Mosén Rubí de Bracamonte y su interpretación masónica". Ed. Universidad de Valencia. Departamento de Historia del Arte.

-FERRER BENIMELI, José Antonio. La masonería. Ed. Alianza. Madrid, 2005.

-GARCÍA ATIENZA, Juan. "La incierta historia de un caballero kadosh: Mosén Rubí de Bracamonte". Historia 16, nº 245, 1996.

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